viernes, 29 de noviembre de 2013

Aquel Gol de Nayim

El Real Zaragoza nunca ha ganado la liga; pero en los llamados torneos del KO se ha defendido generalmente bien. Ha ganado seis veces la Copa, una vez la Copa de Ferias, y sobre todo, una vez la Recopa, el más valioso trofeo que guarda en sus vitrinas. No suele dar el Zaragoza  equipos machacones, pero para los que le conocimos en tiempos pasados de mayor gloria, si que recordamos al conjunto aragonés como un equipo alegre, de ataque, artístico,  valiente y capaz de ganar a cualquiera. Así fue el Zaragoza de de "Los cinco magníficos", el de los "zaraguayos" (llamado así porque lo definían la calidad de sus paraguayos Artúa y Diarte), el de Beenhakker, en el que destacan Barbas, Valdano, Amarilla y Señor entre otros y el de Víctor Fernandez, el gran entrenador de la casa. Con él se había ganado el derecho de jugar la Recopa el año anterior al ganarle la final de Copa al Celta.

Hizo un buen torneo en aquella Recopa, y eso que las dos primeras eliminatorias las tuvo que jugar en Valencia por una suspensión de la UEFA. En 1992, al término de un Zaragoza-Borussia, una moneda de 25 pesetas había impactado en el árbitro, y eso motivó la suspensión. En esas dos primeras eliminatorias despachó al Gloria Bistrita y al Tatran Presov. Ya en cuartos dispuso de la Romareda y eliminó al Feyenoord gracias a un 2-0 en el partido de vuelta, tras perder 1-0 en la vida. En semifinales, 3-0 al Chelsea en casa, para sufrir allí y perder 3-1. La final va a ser en un campo de ensueño, el Parque de los Príncipes de París y ante un rival de tronío, el Arsenal.
                                                                                  
El Real Zaragoza forma aquel día con el siguiente once: Cedrún, Belsué, Cáceres, Aguado, Solana, Nayim , Aragón, Poyet, Pardeza, Esnáider e Higuera. El estadio está abarrotado, con miles de seguidores de ambos equipos. El partido tiene ritmo y brío. Llega el descanso y el marcador refleja cerocerismo. En el minuto 68, tras una fenomenal maniobra Esnáider lanza un chutazo al que Seaman no llega. 1-0. Estallido de Júbilo maño en París. Pero en el minuto 70, Hattson a centro de Merson, bate a Cedrún y pone el 1-1. Sale Sanjuán por Higuera y sin más novedades se llega al tiempo extra.

Va transcurriendo la primera parte de la prorroga sin que se mueva el marcador. Descanso para tomar aire  y regreso para jugar la segunda parte que transcurre como la primera. En el minuto 111 SanJuán deja paso  Geli.                                                                         
Todo el mundo aguarda a los penalties cuando a un minuto del final Nayim caza un balón  a dos cuartas del suelo, pegado a la banda derecha y a cuarenta metros de la portería. Un pensamiento rápido le asalta la cabeza; en Ceuta, cuando empezaba, marcó dos goles pegandole al balón de aire,  un poco con el exterior, con lo que coge un vuelo especial. El pensamiento es un relámpago la acción otro. Le pega con todo su alma, el balón vuela, se retuerce y cae llovido por detrás de la mano de Seaman, en la única rendija posible entre esta y el larguero. Años después vendría el de Zidane al Leverkusen, pero para mí este ha sido el más prodigioso gol que se haya marcado en una final europea jamás jugada, o que al menos yo haya visto.

Nayim, ceutí, se había criado en la cantera del Barca, era jugador de escuela fina. Por contra ese gol,  se convirtió en una pesadilla para Seaman, y a él le marcó la vida: "No hay día en que no lo tenga que contar al menos una vez", suele decir. Y es que la verdad es que fue para contarlo.

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