martes, 19 de noviembre de 2013

Di Bartolomei: El recuerdo de AGO sigue vivo

En 1984, la Roma había jugado su única final de Copa de Europa, después de ganar su primer Scudetto en cuarenta años. El partido lo jugó en su propio estadio Olímpico, cuestión de suerte,  pues estaba designado ya desde bastante atrás, como suele suceder aún hoy en día. Qui´zas hasta no debió de haberle jugado, porque por increíble que pueda parecer, en semifinales el presidente Dino Viola trató de sobornar al Dundee. Pero eso se supo más tarde. Y ahí, en ese final, estaba el equipo que le da nombre a   la Ciudad Eterna, con Agostino Di Bartolemi, "ago" para los" tiffossi", como capitán, ante el Liverpool. Un buen Liverpool, que atravesaba los mejores años de su historia y en cuya delantera jugaba entre otros Michael Robinson.

Di Bartolomei era conocido como centrocampista de clase, aunque algo frío. Un chico de Roma que había visto cumplido su sueño de niño: jugar en la Roma. Había empezado su carrera como Mediapunta, con facilidad para dar el último pase y para el gol, pero en esos años el entrenador del equipo, Liedholm, le había retraso algo su posición, alejandole del gol, pero aprovechando su precisión en los pases largos. Ese día en la final, sin embargo, no estuvo nada bien. El partido acabó 1-1, no hubo goles en el añadido y en los penalties se impuso el Liverpool. Fue el famoso día en que Grobbelaar hacía como que temblaba, como si estuviera borracho, para desconcertar a los rivales.
Di Bartolomei tiró el primero marcando, pero la copa se la llevaron Robinson, Dalglish, Souness, McDermott y demás...



Y ya nada fue igual en su vida desde ese día. Un  nuevo entrenador, Eriksson, decide prescindir de él, en el club en el que llevaba quince años, desde los catorce. Fue al Milán, a un gran proyecto, pero no salió bien. El ambiente le excedió. Además se echó en contra a sus viejos fieles aficionados  de la Roma y hasta polemizó con otros compañeros.
Dejó el fútbol y las inversiones no le fueron bien. Los prestamos que solicitó para montar una escuela de fútbol le agobiaban.
Y el mismo día que se cumplían diez años de aquella final con el Liverpool, salió descalzo a la terraza de su villa. Eran las 10.50 de la mañana. Apuntó su Smith& Welson del 38, recién comprada, y se disparó al corazón. Su hijastro oyó el disparo, acudió a reanimarle, pero no se podía hacer nada ya.
Pronto aparece una carta en la que razona su decisión porque se sentía desesperado al no ser capaz de encontrar un hueco en el mundo del fútbol. "Me siento encerrado en un agujero".

Niente parole....solo un posto in fondo al cuore. Ciao Ago.

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